Una cicatriz es la respuesta fisiológica de la piel ante una alteración de su integridad. La clasificación más sencilla de las cicatrices es en: normotróficas, atróficas, hipertróficas y queloides.
Una cicatriz normotrófica es aquella en la que los tejidos recomponen la herida, reintegrando su aspecto y morfología, con equilibrio entre los diferentes tipos de tejidos en la piel. Es la cicatriz “ideal” y por suerte, la más frecuente.
En el caso de una cicatriz atrófica, típica del acné o de algunas enfermedades como la varicela, la cantidad de colágeno y de elastina es insuficiente. Se origina una depresión en el tejido, ofreciendo un aspecto “hundido” de la piel.
El grupo de cicatrices que ocasionan más dificultades en su tratamiento son las cicatrices hipertróficas y los queloides. Se considera que entre un 5 y un 15% de las cicatrices van a ser hipertróficas o queloides, aunque se observa una agrupación familiar. Es decir, las características individuales, genéticas, van a influir de forma importante en cómo cicatrizamos.
Tanto en las cicatrices hipertróficas como en los queloides se produce un proceso de cicatrización excesivo con una respuesta exagerada de los fibroblastos de la piel a la acción de los factores de crecimiento, con una producción exagerada de colágeno y elastina.
La diferencia fundamental entre las cicatrices hipertróficas y los queloides es que mientras el crecimiento excesivo de tejido cicatricial se produce confinado a los márgenes de la herida original en las cicatrices hipertróficas, en el queloide esta cicatrización se va a extender más allá de los márgenes originales, originando a menudo cicatrices de gran tamaño y de forma abigarrada.
Tras la producción de una herida, sea traumática, inflamatoria o quirúrgica, no siempre podemos saber si va a evolucionar a una herida normotrófica o patológica. Por eso, lo recomendable es establecer un cuidado intensivo desde el primer día.
Los queloides y las cicatrices hipertróficas son más frecuentes en la zona superior del cuerpo (torso, zona del escote, hombros), en personas jóvenes y en fototipos oscuros. Estos grupos de riesgo son los que deben ser más cuidadosos con sus cicatrices, especialmente si en la familia hay antecedentes de cicatrización anómala.
Como al principio no tenemos muchos datos sobre cómo evolucionará nuestra cicatriz, los pasos deben ser comunes a todas las cicatrices. Curar muy bien la herida y aplicar de forma temprana los parches de Trofolastín Reductor de Cicatrices son dos pasos indispensables. El control del proceso de cicatrización se produce desde las primeras fases en un ambiente húmedo y protegido y se compensa el exceso de actividad de los fibroblastos.
Las cicatrices hipertróficas se mantienen inflamadas durante más tiempo que las cicatrices normotróficas, por lo cual el deberá ser más prolongado en el tiempo. En cualquier caso, tarde o temprano, la cicatriz se estabilizará.
Los queloides, sin embargo, pueden mantener una actividad inflamatoria durante mucho más tiempo. Los parches así como otros tratamientos más específicos (infiltraciones con corticoides, láser o tratamiento quirúrgico) son a menudo necesarios en estos casos.