Los queloides son crecimientos anómalos del tejido cicatricial y pueden aparecer en cualquier cicatriz de algunas personas predispuestas.
El crecimiento suele producirse unos meses después de producirse la cicatriz y originan un tejido sobrelevado, de color rosado y brillante, de consistencia dura y que aunque no suele doler si puede picar o tener cierta sensibilidad al tacto.
Pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo pero las zonas más típicas son el tórax, los hombros y la cara. Las personas con piel de color oscuro tienen más predisposición a tener queloides, y también son más frecuentes si tienes antecedentes familiares.
Las cicatrices iniciales pueden corresponder a heridas de cualquier tipo, también incisiones quirúrgicas o cicatrices secundarias al acné.
Debemos distinguir el queloide de la cicatriz hipertrófica, que si bien está aumentada de tamaño respecto a una cicatriz normal, no se presenta tan sobreelevada ni deforme.
La mejor forma de prevenir la aparición de un queloide es aplicando desde fases tempranas los parches de poliuretano de Trofolastin. Los parches originan un ambiente húmedo que ayuda a la regeneración cutánea y la ordenación de las fibras de elastina y colágeno, evitando el desequilibrio que origina un queloide. El parche a su vez, protege de la radiación solar, que es otro factor a evitar para prevenir la formación de un queloide
Una vez ya formado, el queloide también puede tratarse con los parches de Trofolastín. Los parches actúan reduciendo el tamaño del queloide y pueden ser suficientes en muchos casos.
No obstante, si el tamaño es muy grande y ocasiona muchas molestias puede optarse tratamientos más invasivos como la infiltración con corticoides, el láser o la resección quirúrgica. En ocasiones, simplemente puede optarse por utilizar cosméticos tópicos con el fin de ocultar los queloides.
En casos en los que el diagnóstico no sea evidente, el dermatólogo puede optar por realizar una biopsia de la lesión.