Las cicatrices pueden ser de diferentes tipos. El resultado final de una cicatriz va a depender de muchos factores, como el tamaño, la localización o la aparición de complicaciones. Tienen un peso importante las características individuales a la hora de cicatrizar los tejidos, por eso hay personas que saben que en su familia se cicatriza mal y tienen más probabilidades de tener una cicatriz hipertrófica o un queloide.
Podemos clasificar las cicatrices en los siguientes tipos:
Las cicatrices hipertróficas y queloides son cicatrizaciones anómalas, que se desvían un poco de la cicatrización “normal”, ya que hay un exceso en la formación de las nuevas fibras de colágeno. La diferencia fundamental entre ambas es que la cicatriz hipertrófica tiene un exceso de tejido en el seno de la herida, mientras que en el queloide, este exceso de tejido conectivo se extiende más allá de la herida original, ocasionando cicatrices de mayor tamaño y abultamiento, con peor resultado estético y más molestias.
Esta diferencia entre ambos determina también que la evolución suele ser un poco diferente: la cicatriz hipertrófica con el tiempo se va remodelando y tiende a mejorar, mientras que el queloide, se remodela en menor medida.
Existen factores individuales como la raza negra o las características familiares, que incrementan la probabilidad de tener cicatrices queloides. Otro factor determinante es la localización del traumatismo: hay zonas del cuerpo donde la piel tiene mayor tensión como son la piel de encima del esternón por los movimientos respiratorios, o la zona del hombro por el peso de los brazos.
Evitar en lo posible la tensión de la piel e iniciar los cuidados de la lesión lo más pronto posible, ayudan en la prevención de los queloides.